jueves, 27 de septiembre de 2012

HUELLAS


HUELLAS DEL VECINDARIO:
Lectura Obligada para la Provincia de Puerto Plata

Por César Matos
(cesarmatosrd@yahoo.com)
República Dominicana

LECTURA DE TAPA A TAPA
Como coordinador de la revista REDOMAR, me he interesado por conocer los sueños, inquietudes y las necesidades que motorizan el día a día de los profesionales ligados al desarrollo del campo dominicano.

El presente artículo  viene a ser una composición armónica de fragmentos de una novela escrita por Ismael Cruz Medina, y que lleva como título HUELLAS DEL VECINDARIO-Robo por la Ventana. Este ensayo nos transporta  a una época distante y nos permite visitar sus personajes, en el territorio de un lejano pero muy activo Vecindario. El autor es un profesional con un prolongado ejercicio en el Sector Agropecuario Dominicano, y con este aporte hace aún más fructífera la antología puertoplateña. Quien lea esta obra puede concluir conmigo diciendo que esta novela debería ser recomendada, por el Ministerio de Educación, como lectura obligada para los estudiantes del bachillerato en la provincia de Puerto Plata; no solo porque la obra es amena y envolvente, sino porque recoge en si misma sucesos y coyunturas históricas, tradiciones y paradigmas peculiares de una época, cuyas lecciones marcaron para siempre la historia de un pequeño paraje (Palmar Grande), repercutiendo en un municipio muy concreto (Altamira), cuyos hombres y mujeres llenan de orgullo a toda una provincia (Puerto Plata), que es Novia del Atlántico. A continuación abro una gran comilla para asociar los fragmentos de la novela.
El campo dominicano tiene su historia, y este ensayo pretende recoger algunas de las costumbres y tradiciones que marcan la vida en el medio rural, en aquellos años en que los medios modernos de interrelación entre las personas y grupos sociales eran inexistentes.

A LA VUELTA DE LA GALLERA
El reloj marcaba las seis de la tarde, y Arturo regresaba de la gallera galopando sobre su caballo rusillo. Era un sábado de la última semana del mes de abril. Arturo había cumplido 19 años, y desde que alcanzó la mayoría de edad, Enemencio, su padre, acostumbraba llevarlo con él a disfrutar de las peleas de gallos.

A su paso por El Palito[1] ignoró a todos los que allí se encontraban. Ni siquiera Jando[2] logró detenerlo.

¿Qué te pasa Flinflín, que vas con tanta prisa?, le voceó Jando, sin lograr ninguna reacción del muchacho, que daba la impresión que se había tomado algunos tragos durante su permanencia en la gallera.

Arturo pasaba la mayor parte de su tiempo trabajando en los conucos de la familia. Era el mayor de los varones y el segundo de los seis hijos de Enemencio y Agustina. Desde que salió de la escuela a la edad de 13 años, luego de realizar el cuarto de primaria (que era el último curso que se impartía en la comunidad) había asumido el compromiso de cuidar y ordeñar el pequeño ganado de la familia. Sus padres vivían orgullosos de él.

Cuando se acercaba a su hogar, Arturo divisó en el camino delante de él, al grupo de muchachas del Vecindario, a las que denominaban “Las Hijas de María”. Ellas habían salido de los ensayos que se llevaban a cabo en la iglesia, para la celebración del Mes de las Flores[3] que iniciaría en pocos días.  A pesar de la prisa que llevaba, Arturo se fue quedando rezagado en compañía de María, con la aparente complicidad de las demás integrantes del grupo.

La intimidad de la conversación fue interrumpida cuando se encontraron con Ramón[4], un personaje que a pesar de su demencia no desperdiciaba ninguna oportunidad para piropear a todas las muchachas con que se topaba.

Los tragos ingeridos por Arturo lo habían transformado de un muchacho de poco hablar en un locuaz conversador, cuyas palabras le fluían con gran facilidad.

Prepárate que te vas conmigo esta noche le dijo Arturo a la muchacha.
¡Tú estás loco! le respondió ella sorprendida.
Ya no soporto estar solo. A las ocho te voy a buscar, así es que alístate agregó Arturo en forma imperativa.

DECIDIDO A LLEVÁRSELA
El muchacho tenía la firme determinación de empliarse[5] esa noche, y eso nadie lo impediría, sobre todo si María le correspondía.

Ultimados los arreglos con su hermana Taty, Arturo comenzó a delinear sus estrategias para dirigirse a robar a su pretendida.  Al recibir la noticia, Agustina reaccionó airada, y culpó a su marido de ser el responsable de la aventura que pretendía llevar a cabo su hijo.

El sinvergüenza de tu papá es quien le ha metido eso en la cabeza al muchacho dijo a Taty. No obstante lo dicho, Agustina ayudó a su hija a arreglar la cama y a organizar el cuarto donde Arturo alojaría a la muchacha.

Esa cama hay que atezarla comentó Agustina, al notar las condiciones de la camita colombina de plaza y media en que dormía su hijo. Después de todo, la habitación lucía limpia, bonita y ordenada, dejando sentir el refrescante y rico olor de las azucenas que se esparcía por todo su interior.

MARÍA EMBROLLADA
Al llegar a la casa, María se internó en el cuarto que compartía con su hermana Leticia, la cual tenía 13 años. La familia estaba compuesta por su padre Jacinto, su mamá Catalina, y cinco hermanos, tres hermanas y dos varones. Carmen, la mayor de los hijos, hacía más de cuatro años que había formalizado familia. Los varones eran Pablo, de 18 años y Pedrito, de 9. La familia de María era más humilde que la de Arturo.

La oscuridad había arropado el humilde bohío y María permanecía metida en su habitación. Ella sintió el movimiento de la cuerda del tendedero, lo que indicaba que Arturo había llegado. Nerviosa y embrollada, se movía en el interior del cuarto buscando la oportunidad para escaparse por la ventana.

También se escuchó el sonido de una piedrecita que golpeó la ventana de la habitación. Ella tomó una “lámpara jumeadora[6] y se dirigió a la letrina. Cuando entraba a la caseta del retrete, divisó a Arturo que se movía en dirección a ella. Colocó la lámpara sobre el cajón, y partió con su novio en forma apresurada.

Al notar su prolongada ausencia la madre fue a averiguar por qué su hija no regresaba. Al ver solo la lámpara en el retrete supo que su hija se había ido con el novio.

Pues seguro que se fue con ese hijo de la mala leche. Eso era lo último que faltaba, que ese desgraciado trate de burlarse de nosotros prosiguió diciendo el encolerizado padre.
Si ella tomó esa decisión, lo mejor será dejarla, agregó la mamá de la muchacha.

DINÁMICA DEL VECINDARIO
Casi todas las familias disponían de un predio, en el cual se sembraban frutos menores como yuca, batata, plátano, guineos, maíz, guandules y habichuela, para el autoconsumo y venta de los excedentes.

Otros trabajaban como jornaleros en los predios de los que tenían terrenos o en las labores agrícolas del ingenio Amistad, especialmente en el corte de la caña, así como en la recolección de café.

El Vecindario se caracterizaba por la presencia de una gran vegetación, en la que abundaban plantas y arbustos predominantes en los bosques húmedos. El nombre de Palmar grande viene de la cantidad de palmeras que había. Además de la rica y variada flora, se destacaba por la existencia de una variada avifauna en la que predominaba una multiplicidad de aves silvestres, como cuervos, palomas, tórtolas, rolas, ciguas palmeras, carpinteros, perdices, guineas, lechuzas, guaraguaos, barrancolíes, zumbadores, judíos y chinchulines, entre otras.

El “agua del manejo”[7] se extraía de los ríos, arroyos y manantiales. Los vecinos en su mayoría eran gente humilde.

HECHO CONSUMADO
El canto de los gallos despertó bien temprano a Arturo. La oscuridad todavía arropaba la habitación. Buscó a tientas el foco y comenzó a vestirse en silencio, tratando de no provocar ruidos que despertaran a María. Ella, a pesar que sintió los movimientos, se mantuvo como pasmada, arropada de pies a cabeza. Sentía apuro, no tanto ante Arturo, sino de cuál sería la reacción de la familia de éste cuando descubrieran su presencia.

LA PRENDA PERDIDA
Carmen, la hermana mayor de María, llegó tempranito a la casa de sus padres. Ella se había enterado de la fuga de su hermana con Arturo. A su llegada vio a Jacinto en una ventana con su cuerpo desnudo dela cintura hacia arriba, cepillándose los dientes y con un jarro de agua en la mano. En el potrero alcanzó a ver a Pablo ordeñando la vaca. Éste se había levantado tan pronto emergieron los primeros rayos de sol, debido a que Pedrito, su hermano menor, se había orinado y mojado la cama en que ambos dormían, obligando al joven a permanecer sentado en una silla desde la madrugada.

Un inusitado silencio envolvía todo el entorno del bohío. Desde que amaneció, hasta la llegada de Carmen, nadie había pronunciado una sola palabra. Esa mañana un amigo de ambas familias, llamado Miguel, partió con una nota escrita departe de Arturo para los padres de María, Jacinto y Catalina. El joven se desmontó del burro e ingresó a la cocina:

Vine a traerle este papelito que le enviaron de done doña Agustina prosiguió Miguel.  La mujer tomó el papelito y se lo pasó a Carmen para que se lo leyera.  Y esto era lo que decía la nota:
“Don Jacinto y doña Catalina.
La prenda que se le perdió anoche, está en mi casa.
Arturo Rodríguez.”

QUIEN SE CASA, CASA QUIERE

María se mantuvo todo el día encerrada en el cuarto y sin dejarse ver de los padres de Arturo. Por momentos se mantenía en compañía de su marido, y otras veces de Taty.

Carmen fue a visitarle en  horas de la tarde, con quien compartió sobre el enfado que tenía su padre. Sin embargo, su hermana la calmó diciéndole que no se preocupara, que con el paso de los días seguro éste se apaciguaría. Le dijo que la principal preocupación de Catalina era que Arturo la llevara al altar, y además el hecho de que Arturo se la llevara sin tener una casa donde mudarla.

“Quien se casa, casa quiere”, le dijo Carmen a María que le había dicho su madre para que se lo transmitiera.

En tanto Margarita, una niña de cuatro años, entraba a cada instante a la habitación, y abrumaba a María haciéndole preguntas propias de las ingenuidades de su edad:

¿Cuándo tú te va pa’ tu casa?, ¿Dónde tú va’ a dormir esta noche?, ¿Tú no tienes casa?, ¿Y por qué no duermes con nosotros allá adentro? Eran preguntas que le formulaba la niña a María insistentemente, dejándola desarmada e inventando respuestas incoherentes y vagas.

MATRIMONIO OBLIGADO
Honrando su compromiso, el viernes bien temprano los dos jóvenes estaban camino a la Oficialía para comparecer a formalizar el matrimonio.

Consumado el matrimonio, los desposados regresaron en horas de la tarde al Vecindario, acompañados de los testigos. María y su hermana resplandecían de felicidad. Arturo en tanto, aunque no dejaba ver su enojo, estaba atormentado por el compromiso asumido de presentarse a marchar en los próximos días, como había acordado con el instructor, pues había que cumplir con las disposiciones del Jefe.
Cierro comillas.
Son 164 páginas de un muy ameno, cautivante y entretenido laberinto literario, que nos revela el ingenio del autor. Esta novela me deja gratamente impresionado, por su asombrosa sencillez en el uso el lenguaje, que no deja de ser contundente, descriptivo, expresivo y creativo.  Ismael Cruz Medina queda al descubierto como un verdadero maestro de este género literario. Mi deseo es que Dios le bendiga más todavía, y que pueda llevar mucho fruto para bendición de muchas generaciones de lectores.



[1] Principal punto de encuentro del Vecindario.
[2] Apodo de Alejandro, en este caso de Alejandro Ventura, personaje del Vecindario.
[3] Mayo es el mes de las flores.
[4] Ramón Silverio, personaje muy popular que padecía de trastornos mentales.
[5] Término campesino empleado cuando un joven se mete en familia.
[6] Lámpara hecha de pequeñas latas recicladas con una mecha de trapo y usaba gas kerosén por combustible.
[7] Es el agua que se utiliza en las labores e limpieza, e incluso para cocer alimentos, no se usa para tomar.

0 comentarios:

 

Blogger news

Votame

Blogroll

About