martes, 20 de julio de 2010
Vendedores ambulantes, dispuestos a ser regulados
En las esquinas de las principales avenidas de la capital cientos de vendedores ambulantes aprovechan el flujo de vehículos y peatones para ofertar los más diversos productos.
El listado de mercancías va desde el aguacate hasta los cargadores de celulares e incluye botellas de agua, dulces, jugos, empanadas, refrescos y tarjetas de llamada. Recientemente el Ayuntamiento del Distrito Nacional (ADN) anunció que se prepara para regular las actividades de estos importantes actores de la economía informal, pero tendrá que sentarse a conversar con sus representantes antes de implementar cualquier medida. Al menos así lo entiende Santiago Cruz, un vendedor de agua que hace dos años opera en la intersección de las avenidas Winston Churchill y 27 de Febrero.
Antes de las pasadas elecciones congresuales y municipales (realizadas el 16 de mayo), Cruz había participado en un levantamiento hecho por el cabildo con el fin de conocer la situación de los vendedores de a pie, pero hasta la fecha no ha tenido ningún otro contacto con las autoridades.
Dice que, como él, cientos de familias dependen de las ventas ambulantes, por lo que no aceptarán ninguna normativa que les impida ganarse la vida como comerciantes.
“Ellos vinieron y nos pusieron en una lista, pero no han vuelto. Estoy de acuerdo con el levantamiento, porque así estaremos más organizados”, afirma, mientras a su lado se mueven algunos compañeros haitianos, dedicados a la venta de tarjetas, esquimalitos y lentes.
A dos cuadras de Cruz, en el cruce de la Tiradentes con 27 de Febrero, Ernesto Núñez Figueroa, vendedor de semillas de cajuil asadas, desconoce las intenciones del ADN, pero está dispuesto a defender el negocio con el que mantiene a su familia. Trabaja como vendedor de calle hace diez años y no está capacitado para generar dinero desde otra actividad productiva.
“Con esto (las semillas) es que yo pago la casa. Si ellos van a hacer algo, no pueden dejarme sin trabajo”, considera Núñez Figueroa.
Detrás de él, Romero González vocea los precios de las fresas que oferta.
Es miembro de un “grupo grande” de hombres que distribuyen en los semáforos de Santo Domingo este fruto cultivado en las montañas de La Vega.
A dos cuadras de Cruz, en el cruce de la Tiradentes con 27 de Febrero, Ernesto Núñez Figueroa, vendedor de semillas de cajuil asadas, desconoce las intenciones del ADN, pero está dispuesto a defender el negocio con el que mantiene a su familia. Trabaja como vendedor de calle hace diez años y no está capacitado para generar dinero desde otra actividad productiva.
“Con esto (las semillas) es que yo pago la casa. Si ellos van a hacer algo, no pueden dejarme sin trabajo”, considera Núñez Figueroa.
Detrás de él, Romero González vocea los precios de las fresas que oferta.
Es miembro de un “grupo grande” de hombres que distribuyen en los semáforos de Santo Domingo este fruto cultivado en las montañas de La Vega.
“Se creará una comisión del Consejo de Regidores para conversar con ellos (los vendedores). También serán invitados a las vistas públicas. Pero al final todos tenemos que entender que hace falta cumplir con ciertos requisitos para dedicarse a la explotación comercial de los espacios públicos”, resalta el funcionario, en respuesta a las inquietudes de los comerciantes informales.
Todavía no hay una fecha fija para la discusión del proyecto de ordenanza, pero el ADN está convencido de que los regidores y la sociedad en general acogerán de manera positiva los intentos de regulación. Contreras dice que, si no es con la supervisión constante, la ciudadanía no puede estar segura de que las personas que venden en la calle no son delincuentes ni personas enfermas que pueden contaminar los alimentos que distribuyen.
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