lunes, 13 de agosto de 2012

Los Juegos Olímpicos se despiden a ritmo de rock

RD ocupó un honroso puesto 46 entre 204 países. Londres entrega el bastón a Río de Janeiro, Brasil; pero reinscribe en los libros de récords a Phelps y a Bolt 


AP
Londres
El pebetero de Londres 2012 se desintegró ayer al ritmo de Take That en las 204 partes que lo formaban y dio paso a un fénix gigante de luces y fuego que presidió el estadio hasta que la bailarina Darcey Bussel apagó definitivamente la llama.
En un final sorprendente y espectacular, el pebetero se desintegró poco antes de la medianoche, diecisiete días después de prender el espíritu olímpico en la ciudad, pero creó un fénix gigante de veinte metros de ancho que quedó suspendido encima de la audiencia.
Las 204 piezas que formaban el pebetero, una representando a cada país competidor, se separaron paulatinamente formando una especie de cúpula de fuego mientras un fénix aparecía por encima del estadio y en el escenario subía el grupo Take That a interpretar el tema “Rule the World”. Los cuatro integrantes del grupo hicieron levantar a la mayor parte de la audiencia hasta que un espectáculo de fuegos artificiales puso fin a la actuación y dio paso a la bailarina británica ya retirada Darcey Bussel, que apareció sobrevolando el despejado cielo londinense con dos alas gigantes.
Bolt fue otra vez el torbellino que hipnotiza a todos, pendientes tanto a sus hazañas en la pista como al desenfado con que se conduce.
El presidente del COI Jacques Rogge debería estar agradecido con Bolt con su infinita capacidad para entretener a la gente, en vez de ponerle peros. Quién otro hubiese podido dirigir una ola en el Estadio Olímpico tras romper el récord mundial con el relevo 4x100.
“Fue un adiós a Londres.
Me estaba divirtiendo con la gente”, dijo Bolt. “Yo vine a Londres para convertirme en leyenda y ahora soy una leyenda, y quería darle las gracias por apoyarme”.
Todo cuando muchos creían que la espalda del jamaiquino y un compatriota en ascenso —Yohan Blake— le impedirían repetir su gesta de Beijing.
Londres, la ciudad anfitriona, cumplió con su asignatura, arropando los juegos con entusiasmo, con una espontánea ceremonia de apertura en la que la reina Isabel II se dejó escoltar por el actor Daniel Craig, personificando a James Bond.
Tampoco se concretó la pesadilla de caos de transporte y una pesadilla de seguridad.

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