jueves, 13 de mayo de 2010

“Yo no soy mula, lo hice para salvar a mi familia”

Berkis Lozano se encontró con el traficante en un hotel de Puerto Plata. Fraccionaron un kilo de cocaína en seis porciones iguales y ella se las distribuyó en sus ropas interiores. “Fue una cosa mal hecha, porque se notaba un poco el bulto por debajo de mis pantalones. Pero yo estaba muy nerviosa, y obligada a hacer ese viaje”.

La promesa de recibir hasta 15,000 dólares, un pasaje para Estados Unidos o Europa y la ilusión de hacer un buen negocio, son los incentivos que reciben las llamadas “mulas” o correos humanos del narcotráfico.

Pero este parece que no era el caso de Berkis Lozano, madre de cinco hijos y periodista de profesión. “No soy una mula común y corriente, en realidad no soy mula, ni siquiera hice eso por dinero, sino por una situación sui generis que se presentó con mi familia”.

En marzo de 2007 tres hombres desconocidos llegaron a la casa de los padres Lozano en la parte oriental de Santo Domingo. “Yo estaba en Nueva York y me llamaron para decirme que esa gente prácticamente tenía secuestrados a mis padres, y que buscaban a mi sobrina que vive en Suiza”.

“No sé lo que les hizo mi sobrina, pero parece que les quedó mal en algún negocio, y ellos tenían la dirección de mis padres, que son los abuelos de ella. Mi familia no sabía nada de eso, ni que mi sobrina estuviera involucraba en algo ilícito”.

Vine de Nueva York y ellos me dijeron que tenía que volver para llevarles una droga, y que si no lo hacía algo feo le pasaría a mis padres. Dos días después me citaron en un hotel de Puerto Plata, me compraron el pasaje y me hicieron la reservación del vuelo”.

Usted está presa
En el aeropuerto La Unión, de Puerto Plata, donde desde 2001 han detenido a 748 correos con drogas, las autoridades han incrementado los controles sobre pasajeros con perfiles sospechosos. Y precisamente esta terminal escogieron para Berkis. “Yo en realidad no quería hacerlo, pero lo hice creo que por cobardía y temor al mismo tiempo, no quería que le ocurriera nada a mis padres, ni a mi sobrina aunque no sabía dónde estaba”.

“Cuando salí del hotel para el aeropuerto me sudaban las manos y sólo pensaba en mis cinco hijos que estaban en Nueva York, especialmente uno que es miembro del Army (Ejército de Estados Unidos), y la más pequeña que tiene siete años”.

Lozano llegó con tiempo suficiente para chequear su boleto y su pasaporte. Estaba en la fila, con apenas un bolso de mano como equipaje. Pero no llegó hasta el “counter” de la aerolínea, dos agentes de seguridad la invitaron a pasar a su oficina.

“Yo sé que se me veía algo, porque ese hombre me amarró una parte de la droga en la cintura y me sentía molesta”, relata Berkis en la cafetería de la cárcel modelo de Najayo, donde cumple una condena a siete años. “Me encontraron la droga y casi me desmayo cuando me dijeron ¡Usted está presa!”.

Incertidumbre
“La primera noche en la cárcel de Puerto Plata fue para mí una agonía, no sabía lo que pasaría con mis padres, ni si esa gente se iba a incomodar más aún porque me cogieron o tal vez pensarían que yo los iba a delatar. Fue terrible”.

“He sufrido como un cautiverio por mis hijos, y pensando en ellos he comprendido la realidad del daño que puede uno hacer con las drogas que vende o carga, porque antes pensaba que la culpa era más del dueño de la droga, del jefe de los traficantes o de quien la fabrica en los laboratorios”.

Berkis cumplió 18 meses en la cárcel modelo de Rafey, de Santiago, y lleva otros 18 meses en la cárcel modelo de Najayo, donde fue trasladada porque su familia reside en Santo Domingo, ambas prisiones pertenecen al nuevo modelo penitenciario, considerado como ejemplo para América Latina por las Naciones Unidas.

Dice que no sabe si al salir se queda en el país o regresa a Nueva York, pero “lo cierto es que debo quedarme hasta que cumpla la libertad condicional”.

Berkis afirma que cuando salga de la prisión volverá a la vida de afuera con una nueva visión, con una nueva manera de ver las cosas y de hacer las cosas. No hay situación económica, por muy difícil que sea, ni presiones de narcos, que la hagan cometer el mismo error. Una equivocación que en realidad yo cometí no porque estaba muriendo de hambre, ni porque era mula del narcotráfico, sino por una situación difícil que se le presentó a la familia.

El nuevo modelo
Cuando me ingresaron a la cárcel del nuevo modelo penitenciario de Rafey me parecía todo tan normal, que no se lo creía, dice Lozano.

“Yo tenía temor, por las cosas que había oído de las cárceles y las crueldades que había visto en películas, pensé ahora comenzará mi infierno”.

“Cuando se llega a la cárcel, algunas mujeres entran rebeldes, con desconfianza y aparente odio contra todo el mundo. Pero después se dejan ayudar, porque nadie se resiste a que le hagan bien y lo traten con respeto.

Eso es lo que pasa en este sistema carcelario dominicano, que al presidiario o la presidiario lo tratan como gente, sin importar el crimen o delito que hayan cometido.

Todo cambia para las nuevas ingresadas cuando comprende que las personas que administran y vigilan esta prisión quieren ayudarlas y entonces ceden, cogen confianza y se abren a la ayuda y el afecto que le ofrecen los demás.

Me han ayudado mucho los horarios de estudio y trabajo, he recibido tanto afecto de mis compañeras y del personal que estando aquí murió mi madre, y pienso que allá afuera no huibiera recibido tanto apoyo.

Aquí nos tratamos como hermanas, y nunca hablamos de lo malas o buenas que fuimos afuera. “Somos conscientes de ello y por eso nos apoyamos, aquí vimos a esa que se fugó Sobeyda Félix Moral, y también vemos por ahí a la hija de Milton (Mary Peláez), aquí todas somos iguales y jugamos en la cancha, almorzamos juntas, estudiamos y trabajamos.

MUCHAS ‘MULAS’ SALEN DE PUERTO PLATA
Hace unos años que las autoridades tenían el perfil de que todas las ‘mulas’ eran dominicanas, concentraban sus esfuerzos en atrapar a éstas, pero los narcotraficantes optaron por conseguir ciudadanos de diferentes nacionalidades para despertar menos sospechas.

Si bien el destino final sigue siendo Estados Unidos o Europa, los narcotraficantes están enviado sus correos humanos con pequeñas cantidades de cocaína o heroína a través de otros países latinoamericanos para despistar a las autoridades.

El mercado de los narcotraficantes es el norte: Estados Unidos o Europa. Por eso desde Colombia una de las rutas más tradicionales es Centroamérica y el Caribe, que sirven de puente. Pero también en ocasiones las ‘mulas’ viajan hacia el sur del continente.

Según datos de la DNCD, en Europa las ciudades de llegada de la droga son principalmente Madrid y Amsterdam; en Estados Unidos, sobre todo, Nueva York y Miami. Las mulas son reclutadas en distintos países, principalmente en discotecas, bares y otros sitios nocturnos.

Les ofrecen a las mujeres, especialmente a mujeres, grandes cantidades de dinero, entre 5,000 y 15,000 dólares; pero muchas veces les dicen que cuando entreguen la droga en el otro país les van a pagar.

“Escasamente les dan 500 o 1,000 dólares, pero no les pagan todo. Las engañan”, dijo Berkis Lozano que le han contado otras prisioneras.

Según un informe oficial, las capturas de ‘mulas’ representan del 15% al 25% de las detenciones por tráfico de drogas en el país.

Cada correo humano puede transportar entre 600 y 1,000 gramos de droga, mientras que en las maletas los envíos camuflados suelen ser de entre dos y seis kilos.

Se estima que por cada ‘mula’ detenida hay otras ocho que logran “coronar”, como se conoce en la jerga el llegar con éxito al destino.

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