lunes, 8 de noviembre de 2010

Salud y enfermedad entran por la boca

Se percibe, aunque con lentitud, un movimiento de personas que en nuestro país y en todo el mundo parecen estar volviendo la mirada hacia atrás, para rescatar las costumbres y hábitos sanos de nuestros padres y abuelos en términos de alimentación y aprovechamiento de nuestros recursos naturales, alejándose cada vez más de los fármacos y productos manufacturados y/o contaminados con pesticidas.

Sin embargo, los intereses comerciales bombardean a la población con su publicidad engañosa, haciéndole creer en la practicidad y economía de sus productos manufacturados, en la que un jugo en polvo es sustituto de la naranja, la avena y  la guanábana, por ejemplo; y un concentrado de “sopita” para todo uso, elimina el tiempo que se emplea al condimentar con cebolla, ajos, ajíes, apio, verduras frescas; etc.

Cada vez los frigoríficos deben ser de mayor tamaño para almacenar la cantidad de comida preelaborada y de cocción rápida que exige el corre- corre en que vivimos, donde el micro hondas se usa mas que la estufa y la comida de la calle  sustituye  a la casera.

 Tenemos muy sofisticados utensilios de cocina a los que damos muy poco uso, como los que sirven para extraer todo el jugo y “el poder” de la fruta y de los vegetales, pero echamos mano del concentrado en el cartón, los enlatados o los sobrecitos de polvos con colorantes, donde la fruta sólo existe en la etiqueta.

Freír es más práctico que asar y es mejor no ensuciar el horno; la leche materna pasó de moda y elegimos la envasada, que contiene químicos para preservarla por varios meses. Los niños apenas se desayunan, y la más importante de las tres comidas se sustituye por chucherías en una lonchera, cuando no se opta por darles dinero sin ninguna previsión de lo que comprarán con él.

Antes nos prohibían comer “cosas de la calle”, pero ahora parece que la prohibición es a la inversa. Tanto hemos copiado los hábitos de los países “desarrollados”, que hemos acelerado con  las hormonas contenidas en los alimentos, el desarrollo en nuestros hijos, quienes a los trece años no sólo ya tienen el cuerpo de los adultos, sino también sus enfermedades.

Y qué decir del descuido de las autoridades con la producción agrícola,  que ha generado escasez y degradado su calidad; lo mejor del campo se va al consumo en la hotelería o a la exportación, dejando a la población  productos de baja calidad que estarían prohibidos a la venta en países donde se respeta al consumidor. ¡Claro!, ahí están los alimentos llamados orgánicos que supuestamente son cultivados sin pesticidas, pero a los que no todos tienen acceso por su elevado costo.

Ahora bien, todo lo anterior es suave plumita de ganso ante la amenaza que se cierne sobre la humanidad con los avances de la compañía multinacional Monsanto, fundada en 1901 en San Luis,  Missouri, Estados Unidos, por John Francis Queeny, un químico veterano de la industria farmacéutica, compañía que en la actualidad se dedica  principalmente a la producción de herbicidas y de semillas genéticamente modificadas (alimentos transgénicos).

En la Unión Europea los alimentos transgénicos, principal actividad actual de Monsanto, encuentran gran resistencia entre la población y los agricultores, siendo prácticamente inexistente su cultivo, con  excepción de España y Rumania, ya que no consideran probada su seguridad para la salud humana.

Monsanto es una de las empresas que más controversia ha originado a nivel mundial, debido al peligro potencial o real de sus productos sobre la salud humana, animales, plantas y sobre el medio ambiente y la ecología en general.

Fue productor de la hormona sintética somatotropina bovina y existen estudios científicos que prueban que la hormona provoca cambios significativos en la biología de las vacas, tales como mastitis, esterilidad, y un aumento de la hormona del crecimiento y de otras hormonas en la leche producida, lo que originó protestas en consumidores norteamericanos que exigieron y lograron, después de una ardua lucha, que la leche de vacas tratadas con esa hormona sintética, fuese identificada en la etiqueta.

Ahora, esta multinacional ha puesto sus ojos sobre Haití, y ya se han oído las voces de rechazo en toda la isla Hispaniola,  pese a que Bill Clinton considera que la llegada de estas semillas híbridas patentizadas, seria allí una solución al problema del hambre. Científicos han alertado a la población, ya que si logran entrar en Haití, Republica Dominicana sería seriamente  afectada en su flora y fauna.

Monsanto tiene un maíz que ya se cultiva en los EEUU, y existe el temor entre los mexicanos de que  invada México y termine con la biodiversidad que por siglos lograron las culturas indígenas; además, estas semillas patentizadas son un monopolio que pretende desplazar e imponerse sobre las que nos regalara la madre naturaleza.

 Lo raro es que Monsanto no encuentre en determinados sectores, el mismo rechazo que, por ejemplo, enfrentan los defensores de las células madres o troncales que pueden colonizar, regenerar y recuperar células, perdidas por efecto de las enfermedades. ¿Será porque la gente saludable no es negocio para las multinacionales farmacéuticas?

 Para saber mas de Monsanto entre a Google y se dará banquete, aunque la indigestión esta garantizada. Así como van las cosas, es de tontos preguntarse por qué hasta hace pocos años, la gente vivía hasta conocer a sus biznietos. Solo hagamos la comparación entre el tipo de alimentación de nuestros mayores y el nuestro.

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