jueves, 22 de enero de 2009

¿Y si la juramentación de Obama fuera Dominicana?

Desde que Obama se miró al espejo y se dijo “ete morenaje tiene que gobernar”, las retinas hasta de los países que no han emergido se posaron en él. A sabiendas de lo jarto que estaba todo el globo terráqueo de todas las torpezas de Bush, Obama demostró que tiene sendo tigueraje y utilizó desde el “feibuq”—por su pronunciación en inglés—hasta un eslogan que encerraba lo que todos esperaban: cambio. Palabra que sin discutirlo desde ahora deberá registrar porque si Paris Hilton hizo suya el “That’s Hot”, ahora que él es el primero entre los gringos puede apropiarse del “yes, we can” y el “change”.

Por fin el martes la Casa Blanca se tiño de negro y la juramentación, celebración y bailadera fueron el desayuno, almuerzo y cena de ese día. Los dominicanos nos dimos cuenta que la palabra “organización” no es una utopía. Nada de perder hojas en pleno discurso, ni llegar en burro y siempre rindiéndole homenaje a la historia y lucha de la raza que nunca había podido gobernar. Qué discurso. Los mocos se me confundían con las lágrimas. Lloré como si mi mamá me estuviera dando una pela mientras me contaba un chiste. Hice lo que nunca he hecho un 16 de agosto: me tiré un discurso presidencial. Al fin el maldito superávit fiscal, el jodio PIB, las desconocidas reformas del sector financiero, quién te subió el pollo y quién te subió los huevos fueron palabras que desaparecieron de mi recuerdo.


A cambio de eso, escuche algo bien redactado y bien aprendido. Fuera la improvisación. Un discurso con conceptos expresados anteriormente por los cuatro presidentes que más consiguieron ilusionar a sus conciudadanos en sus respectivas tomas de posesión: Lincoln, Franklin Roosevelt, John Kennedy y Ronald Reagan. ¡Qué discurso! Luego, una hermosa tradición de “detelengue”, mucho baile. En esta parte lo único malo es que a Michelle no la bailaron cuando chiquita. Insisto en que si ella sabía esto de los bailes debió llamar a los telefonitos que aparecen en letreros pintados de la mitad de las paredes locales: Aprenda a bailar salsa en 21 días. Pero al parecer no tiene a ninguna amiga en este solar criollo. Obama tuvo que decirle secretitos y darle par de besitos para que la “zurdesa” de sus pies no se hiciera evidente.


Su molestoso vestido me hizo irónicamente admirar las cosas que hubieran sucedido en mi tierra. Inmediatamente se hubiera asignado a dos carajitos del barrio para agarrarle esa cola. O quizás, previo al evento, ella hubiera llamado a una vecina. – “ven a ver que chulo me queda el vestido de mañana”. –“Ay, Michelle está bello pero esa jodía cola no’ta. Mejor te presto el vestido blanco con el que fui a la boda de zutana”. Ahí se hubiera aparecido Michelle con una blusa media larga usada por vestido, con todas las canillas afuera, tal vez exhibiendo unas cuantas marcas de “moflé” de motor. ¿Lo bueno? Hubiera estado cómoda y habría bailado con suma naturalidad un mambo violento de Omega, fusilado con letras a favor del nuevo Presidente. Nada de musiquita instrumental. Aún así aplaudo el esfuerzo de la primera dama.

En el noveno baile tenía cara y actitud de que estaba muy jarta. Debió de llegar a la habitación presidencial con esos pies más que cenizos, hinchados. Directo a una ponchera llena de agua tibia. Obama le hubiera masajeado esos pies, al tiempo de decirle “yo te dije a ti que no te pusiera esas zapatillas”. Pero las mujeres somos necias. En una escena criolla, y con el tipo de cabello de Michelle (y créame, yo si que sé de eso) la cabeza llena de anchoas era lo que se iba a recostar de la almohada. Desde que el reloj marcara las 8:00 de la mañana Obama estaría ordenando un despojo en los salones de su nuevo hogar con inciensos y trementina. “Señor Presidente ¿qué hacemos con el “barbiquiú” de Bush”, le preguntaría la señora del servicio, María. “Ah bota esa vaina, ya Bush no es presidente. Yo le dije a él con tiempo que recogiera”.

“Vivaporú”, “metiolé” y un pote de aspirina sería los elementos del botiquín del baño presidencial. En el estante de la bañera, donde Laura solo tenía un shampoo tipo dos en uno, Michelle acomodaría un tratamiento capilar de suela de zapatos y espíritu de canela. Al lavarse la cabeza: “María dile a Josefina que venga hacerme los rolos”. Secador por 40 minutos y “blower” con un buen cepillo sería el proceso semanal para estar regia. Cada dos meses, con peine de palito Josefina le aplicaría un alisadito con germen de trigo, a ella y a sus hijas.

A llegar a cada recepción con gente de apellido y glamour, dos damas que van al mismo cirujano comentarían “Ella es mujer de Obama y tó, pero ella es rarita”.

Todo lo anterior es producto de mi imaginación, pero aún así pienso que eso sería una expresión típica de un pueblo en el que se cree que los cánones de belleza son necesarios para los puestos. Expresión de un pueblo que se sumerge en imitar a las potencias solo en lo que le conviene. Expresión de un pueblo lleno de mezclas en las que predominan la negra y la mulata, pero es racista. Expresión de un pueblo que llama malo al pelo crespo. Expresión de un pueblo que necesita ver y aprender que con esta toma de posesión, sin sonar pro-yankee porque les juró que no lo soy; el cambio debe ser mundial, mental y no una palabra exclusiva de una canción de Juanes ni de los gringos. Con el permiso de Obama, ahora que cambiar está en boga…“Yes, we can”.

0 comentarios:

 

Blogger news

Votame

Blogroll

About