El caricaturista esencial no es complaciente. Está compelido a fijar posiciones con unos trazos y su norma es la inconformidad, la protesta, la voz alternativas que se identifica con la gente.
En este caso, Hernández se luce con el juego de símbolos y deja ver su juicio en torno al rol del legislador, que no ha salido muy bien tras todo lo que se ha denunciado sobre sus actuaciones.
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