Muy lejos de las condiciones propicias para la regeneración que ofrecen los 11 recintos del nuevo modelo penitenciario, cerca de 16 mil reclusos que guardan prisión en las cárceles tradicionales consumen sus días almacenados en medio de la mugre, los vicios, el ocio y la violencia, excepto unos pocos presos que agotan sus fuerzas en vencer la realidad.
Pese a que la Procuraduría General de la República tiene concentrados sus esfuerzos en un innovador sistema de rehabilitación en el que ha logrado una tasa de reincidencia de apenas un 2.7%, en las 23 cárceles del ‘viejo sistema’, donde el solo hecho de sobrevivir el día a día es un logro, un 40% de los reclusos vuelven a delinquir.
La Victoria, otro mundo. En una mesa rústica dos agentes antinarcóticos revisan manualmente las provisiones alimenticias y demás bultos que entrarán al recinto. De ahí se pasa al chequeo por persona.
“Súbase la blusa, bájese los pantalones, los panties. ¿Tiene algo ahí dentro?, enseñe bien”, le dice una agente policial a una visitante mientras, ante la vista de algunos, otra desliza un billete de RD$50.00 a otra policía que hacía las mismas funciones, evitándose cualquier tipo de revisión.
A la entrada, garrote en manos, varios policías ordenan a los presos autorizados a estar cerca de la puerta, a mantenerse lejos de los pasillos.
Mientras, un recluso que guió a esta reportera hasta el patio dijo en voz baja, “aquí entra de todo y por la puerta principal. La droga se ve más que la comida. Esto es otro mundo”.
Su frase surgió al ser cuestionado sobre la actitud de la agente mientras caminaba en dirección al patio de ‘Las Malvinas’ por un oscuro pasillo, en el que eran frecuentes las escenas de presos semivestidos y saliendo en toallas aún mojados del poco de agua que se echan para mitigar el sofocante calor del lugar.
En el trayecto, otro preso se queja de que el consumo de ‘yerba’ (marihuana) entre sus compañeros de celda lo intranquiliza en las noches pero no puede quejarse mucho porque, dice, es parte de los pocos que no consume “y a cada quien hay que respetarle su derecho”, dice convencido.
El patio, mezcla de olores. Una luz natural al fondo del pasadizo, escasamente iluminado por dos o tres bombillos de luz amarilla, indica la proximidad del patio en el que condenados y preventivos desarrollan decenas de actividades.
La fetidez de un filtrante emanando aguas negras se entremezcla con el olor de los diferentes alimentos que preparan en anafes improvisados con latas de aceite, las frituras diversas en venta, el cloro y el jabón de los que lavan ropa, el humo del cigarrillo y algo similar a la hierba seca quemada.
El resultado de ese indefinido aroma ambienta un espacio rodeado por barberos, vendedores de víveres, golosinas, efectos personales, comidas y demás, en el que se confunden los diferentes ritmos musicales con los cánticos entonados en las iglesias, también ubicadas allí. La escena, protagonizada por hombres tatuados que miran con desconfianza, es común en los cuatro patios donde la repetitiva rutina hace más largos los días en prisión.
Breve reseña histórica
La cárcel de La Victoria fue fundada en 1952, bajo el gobierno del General Héctor Bienvenido Trujillo, con capacidad para 900 reclusos y remodelada en 1998 cuando se preparó para albergar 2,011. Hoy día hay 4,523 presos. Durante ‘la Era de Trujillo’ y en los llamados ‘12 años de Balaguer’ fue utilizada como centro de torturas y de encierro para los enemigos del régimen. En sus 57 años ha mantenido récord de sobrepoblación y violencia. Sus paredes han sido testigo de fuertes motines. Fue tema y escenario de una película filmada en el 2004.
Las claves
El chao
En dos tanques de 25 galones cortados y tapados con fundas de plástico dos reclusos distribuyen el almuerzo de los reclusos. Los que lo consumen se quejan del alto contenido de levadura que le ponen al arroz para rendirlo. Esa comida es consumida por los presos más pobres. El resto se divide entre los que se preparan sus alimentos y los que pagan para ello.
Esfuerzos
La Dirección de Prisiones organiza cursos y alfabetiza a los internos que tienen la disposición de hacerlo.
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