Con 39 años, Jacqueline se define como una líder del sector Villa Penca, en Haina, donde reside, y –además de ser regidora- tiene en agenda el firme propósito de llegar al Congreso Nacional convertida en diputada.
“Si me dan la oportunidad ahora de inscribirme como aspirante a regidora, en el futuro pienso ser candidata a diputada. Aunque pierda, de todos modos voy a aspirar a diputada (en 2014 ó 2016), ya que si pierdo ahora es porque me hicieron trampas, porque tengo los votos”.
Pero ya empieza a encontrar dificultades, incluso en el seno del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). “El 4 de octubre es el lanzamiento oficial de mi candidatura. Fui donde el presidente del PRD en mi zona, Santos Fructuoso, y él me dijo que lo habían llamado para que no me inscribiera como pre-candidata. Están haciéndome cosas...”
Dice que pertenece al PRD “desde niña” y que hace varios años decidió empezar su militancia activa como dirigente comunitaria de la Zona B de Haina, a través de la Federación Dominicana de Mujeres Social Demócratas (FEDOMUSDE).
Se queja de algunos de sus compañeros del PRD: “Al principio hubo dos o tres como insinuándoseme. Como yo era trabajadora sexual ellos querían sobrepasarse. Pero tengo mi relación de hace diez años y la formalicé. Invité a todos los políticos a la boda, la pusimos en Youtube y regamos la noticia. Me casé el 20 de marzo. Él (su esposo) era cliente mío de antes, pero nunca me trató como a una trabajadora sexual”. Lamenta que algunas mujeres del propio PRD que le adversan en sus intenciones políticas han externado expresiones discriminatorias en su contra. “Mujeres que están aspirando también a regidoras han hecho algunos comentarios en los barrios en donde me reuno con la gente, pues les dicen a las mujeres: ‘si tú te considera seria no vayas porque esa mujer es una trabajadora sexual’”.
Sin embargo, quiere ser optimista. “Sucede que en todos los grupos hay muchas trabajadoras sexuales, muchos transgéneros, homosexuales… gente que entienden que a mi me están discriminando porque soy diferente, entonces ellos sí van a mis actividades. Tengo mucho apoyo, mucha aceptación y la gente que sin tabú me acepta en el partido”.
Testifica que la discriminación persigue a su organización. “Nada más con yo decir ‘Modemu’ dicen: ‘Ah, eso son los cueros’. Modemu tiene tantas restricciones que una técnica iba para Estados Unidos y fue a buscar visa y se la negaron y sabemos que era porque había una política de Bush (el ex-presidente George W. Bush) de no aceptar trabajadoras sexuales ni homosexuales”.
No obstante, se muestra orgullosa del trato que le dispensaron dirigentes del PRD con los que tuvo contactos directos en algún momento, como Milagros Ortiz Bosch, Geanilda Vásquez y Guido Gómez Mazara.
Problemas de VIH. Jacqueline no se amedrenta. Ya apartó los RD$15 mil, así como la Certificación de no Antecedentes Judiciales emitida por la Procuraduría General, una prueba antidoping, una propuesta de su plan de acción y otros requisitos que le exige el PRD para inscribir su pre-candidatura.
Cuando se celebre la convención las bases del PRD en Haina deberán elegir 8 candidatos a regidores de un total de 72 aspirantes, que incluyen a 12 mujeres. Pero los competidores de Jacqueline no pueden dormirse, porque la presidenta de Modemu asegura que ya tiene asegurado 870 votos de mujeres y de hombres de la organización opositora que le prometieron su apoyo.
“Tengo mucho apoyo, mucha aceptación y la gente que no tiene tabú también me ha aceptado en el partido. Con 400 ó 500 votos yo paso, pero tengo 870 porque quise sacar muchos, ya que soy a la que más discriminan y la que aspira por primera vez. Quiero llevar muchos votos para que no me gane nadie”.
Se considera una líder de Haina, en donde –según cuenta- algunas familias la buscan para que aconseje a sus niñas que desistan de su propósito de entrar en el trabajo sexual y como mediadora cuando existen problemas de violencia intrafamiliar. “Nosotras no promovemos el trabajo sexual, promovemos que haya oportunidades para las mujeres, para que si hacen el trabajo sexual no sea por hambre o por obligación”.
Explica que Modemu mantiene unas 20 mensajeras que trabajan en los barrios de Haina y que hablan a las mujeres sobre prevención de violencia y enfermedades como el VIH-Sida.
“En Haina, nosotras tenemos 15 mensajeras que visitan a compañeras viviendo con VIH y cada una tiene 24 (personas, 360 en total) y casi todas son trabajadoras sexuales; pero ahí entran también los niños de ellas, el marido, el papá, el hermano y cualquier persona que vive con VIH que rodea a la compañera”.
Sin embargo, Jacqueline aclara que la mayoría de las afectadas por el VIH no se infectaron como parte de su trabajo, sino porque sostienen relaciones sexuales sin la protección del condón con hombres con los que conviven por mucho tiempo o con los que crearon un núcleo familiar.
Jacqueline dejó el trabajo sexual en el 2000, luego de hacer algunos cursos de enfermería y de peluquera. Ahora se muestra como una madre orgullosa de los tres hijos biológicos de 19, 18 y 15 años de edad, concebidos en la relación con el primer hombre con el que contrajo matrimonio y con dos de sus clientes.
Pero en total se siente madre de diez hijos, ya que ha criado varios de familiares o de otras trabajadoras sexuales. La última niña, de apenas meses, la rescató de una miembro de Modemu afectada por el virus del VIH.
“Yo parí tres hijos, pero tengo diez porque algunas compañeras no han podido criar a sus hijos, algunas incluso que están viviendo con VIH. Pienso poner un hogar de niños, porque me gustan muchos los niños”.
Cuenta que cuando la necesidad de alimentar a su primera hija la lanzó a las calles se trasladaba desde San Cristóbal a Herrera a trabajar a centros de diversión que eran conocidos como “La Valentini”, “Omar” o “Mi sueño”. “En Herrera trabajé muchos años porque siempre trabajé lejos de Haina para que la gente de allá no me vieran, aunque a veces en el negocio se aparecía un ‘jaibero’ y yo me escondía en la cabina”.
Cuando consideraba que la bonanza económica estaba fuera de la capital, Jacqueline se trasladaba a otros pueblos, como Santiago, a San Pedro, Baní o Azua.
A sus hijos les decía que trabajaba en un pica pollo, pero se enteraron de su verdadero oficio cuando la vieron militar en forma activa entre las mujeres de Modemu. Además, los signos físicos de la violencia eran evidentes: laceraciones en las manos y los muslos, que no puede ocultar.
“Mira, tengo cosas terribles, mira ese dedo como lo tengo (deformado y mal cicatrizado) (…) Y las peores heridas no se ven, porque las tengo en el alma”.
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