viernes, 4 de abril de 2008

Señora de 119 años

En la calle Simonico 42 de Villa Duarte, en una casita azul similar a muchas otras, vive una persona especial. Alguien que vio nacer ese sector populoso cuando esa zona era monte, criaderos de cerdos y caballos. Cuando para poder caminar había que abrirse paso entre la maleza.

Ella es Dolores Martínez (Lola), que dice tener unos 119 años según su hija menor, Miguelina Martínez Edward, pero que todavía come mucho, fuma tabaco y entretiene a su hija con historias de principios del siglo pasado. Historias que su hija no entiende, como tampoco sabe quiénes fueron Lilís, Horacio Vásquez o Antonio de la Maza.

A pesar de que no oye bien, sólo ve “bultos” y tiene serias dificultades para caminar, Lola recuerda datos de la historia dominicana que entremezcla con recuerdos de su propia vida.

Más de un siglo no le han quitado las ganas de sonreír y lucir mejor, y dice que quisiera tener una dentadura postiza, con dientes “blancos, de marfil”.

De los personajes de la historia prefiere al ex presidente Joaquín Balaguer. Y con voz entrecortada lamenta que ella no pudo asistir a su funeral.

Pero con relación al dictador Rafael Leonidas Trujillo sus recuerdos son diferentes.

“Era demasiado bellaco, hacía muchos crímenes, mataba mucha gente. Yo lo apreciaba porque a mi no me hizo na´. Pero nada más era comiendo gente”, dice la centenaria mujer, que vive con su hija y su yerno Jacinto de Jesús, de 68 años.

Los tres sobreviven con una pensión de tres mil 500 pesos que percibe Jacinto por sus años de servicio en la Autoridad Portuaria. A causa de la diabetes perdió la pierna derecha y un dedo de la izquierda. Ha tenido que ser sometido a cuatro operaciones para salvarle la pierna izquierda.

Cada mes tienen que hacer una especie de magia para dividir esos tres mil 500 pesos entre los medicamentos de Jacinto, los de Lola y los gastos de la casa.

A Lola le gustan las fotografías. En las paredes de su casa cuelgan varias, a blanco y negro, que muestran a una Lola con pocas arrugas, cuando todavía podía contemplar sus propios retratos suyos y su familia.

Y aunque casi no ve debido a una afección que su hija desconoce, a Lola le siguen gustando los retratos. Por eso insistió en que le entregaran las fotografías tomadas por el fotógrafo de El Nacional.

También se queja de que Amable Aristy Castro, candidato presidencial del Partido Reformista, no le llevó la foto que asegura se tomaron juntos.

A Lola le quedan dos hermanas que dice también superan los cien años. Eran una familia de 20 hermanos.

Ella tuvo siete hijos, de los que le sobreviven tres. Sus descendientes alcanzan la quinta generación. Sus hijos, nietos, biznietos, tataranietos y choznos no cabrían en la pequeña casa en que vive Lola.

En su juventud trabajó como conserje en el Banco de Reservas. También laboraba allí su esposo, Severo Solano, quien murió hace 30 años.

A la pregunta de cuántos años tiene, Lola respondió: “Ay, ay, ay, yo he comido muchos plátanos”, y siguió con historias de cuando era niña y adolescente, y tuvo que vivir en casa de sus tías en Santo Domingo y Yamasá. Allí vivía cuando la invasión estadounidense en 1916.

Lola cuenta su larga historia de vida, cuando Santo Domingo era diferente y tenía pocas y estrechas calles. Pero prefiere los tiempos modernos, porque “ahora todo ta´ bueno. Ahora esta bonito”.

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