Allí vivían alrededor de 600 personas, entre niños, ancianos, adultos y jóvenes que lucían desesperadas, ante la tragedia por la que atraviesan. Las ancianas y las mujeres con sus niños cargados lloraban y los hombres hurgaban entre los escombros, buscando salvar algunas de sus pertenencias. La angustia era la expresión de los hombres que no sabían que hacer.
Hay casos de personas que residían en el lugar desde hace más de 40 años, como Altagracia Ramírez, una anciana compungida que dijo tener 108 años de edad. El incendio la dejó sólo con la ropa que llevaba puesta.
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