Veintidós años ha durado el calvario de Paul House, el hombre que pasó la mitad de su vida en el corredor de la muerte de Tennessee (Estados Unidos) y que llegó a tener incluso una fecha para su ejecución: junio del 2009.
El Tribunal Supremo paralizó a tiempo la maquinaria de la muerte ante las crecientes dudas sobre la culpabilidad de House en el asesinato y violación de una mujer en 1985. Los fiscales del estado, en un reconocimiento implícito del error, retiraron el lunes los cargos contra el acusado, que recibió la noticia con alivio desde su silla de ruedas.
"¿Por qué han tardado tanto?", se preguntó en voz alta el propio House, afectado por una esclerosis múltiple. "Lo único que lamento a estas alturas es no poder caminar, por no haber recibido una atención médica adecuada. Pero la ira la perdí hace por lo menos 10 años...".
Paul House estaba ya en libertad bajo fianza cuando recibió la noticia de su absolución. El Supremo sentenció en el 2006 que tenía derecho a un nuevo juicio, tras la apelación presentada por el grupo Innocence Project, integrado por abogados y estudiantes de Derecho que defienden los casos de decenas presos condenados a muerte en EEUU.
House fue sentenciado a muerte en 1986, un año después del asesinato de Carolyn Muncey, esposa de un amigo suyo. Los antecedentes por abusos sexuales y la falta de una coartada en la noche de autos pesaron en su contra. La prueba más 'concluyente' fue el supuesto hallazgo de sangre de la víctima en sus pantalones (aunque posteriormente fue rechazada por posible "contaminación" cuando las ropas del acusado y la víctima pasaron por el laboratorio del FBI).
La prueba del ADN, practicada casi 20 años después del crimen, sirvió para descubrir que el semen encontrado en el cuerpo de Muncey correspondía a su marido y no al acusado. Los restos de sangre en las uñas de la víctima tampoco corresponden con la de House.
El acusado se pasó años defendiendo su inocencia, aunque el caso no alcanzó relevancia nacional hasta el 2006, cuando intercedió el Tribunal Supremo y la CNN le entrevistó en el corredor de la muerte de Tennessee.
La pregunta del millón sigue siendo quién cometió el asesinato. Para Peter Neufeld, del Innocence Project, la cuestión de fondo es sin embargo la cantidad de casos -entre los 3.300 presos en el corredor de la muerte- que no han tenido una defensa adecuada ni han podido acceder a la prueba del ADN.
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